Según los datos del IPC, los precios de los alimentos han aumentado para el consumidor más de 2 puntos desde febrero, mientras que, según el Observatorio de Precios Agrarios, los precios pagados en origen, es decir, a productores, han caído en picado. Algunos datos, por sectores:
Todos estos casos, y muchos más, lejos de ser anecdóticos, son representativos de un problema estructural. Un mercado global en el que la distribución y los intermediarios marcan los precios. Este sistema alimentario kilométrico, injusto y tremendamente frágil que amenaza la continuidad de las explotaciones de escala familiar y pone en juego nuestra alimentación, la custodia de nuestros territorios, la biodiversidad y la gestión de los recursos.
Por eso, desde un punto de vista territorial, es importante preguntarse dónde, cómo y quién produce los alimentos que consumimos y cuál es su cadena de valor. Qué tipo de tejido productivo fomentemos y qué mecanismos y estrategias locales pongamos en marcha pueden determinar la capacidad de respuesta del territorio ante cambios más globales y el nivel de incertidumbre frente los mismos. A corto plazo, serían tres los retos principales sobre los que trabajar para fortalecer un sistema alimentario sostenible y justo:
Cadenas de Valor equilibradas y compartidas
Un efecto positivo de la situación ha sido el aumento del consumo de alimentos de cercanía, frescos y el auge de la compra directa (grupos de consumo, cestas de producto local, compra en mercado de baserritarras, encargos directamente al productor, etc.. ).
Los canales cortos de comercialización son la clave para asegurar un precio digno tanto a las personas productoras como a las consumidoras, reduciendo intermediarios y sobrecostes por transportes y kilometrajes innecesarios y contaminantes. Es decir, se necesitan cadenas de valor equitativas y de responsabilidad compartida. Además, se acorta la distancia social, aumentando la confianza y la fidelización. Todo ello contribuye a crear y mantener puestos de trabajo dignos y estables en el sector y en la comarca.
El comercio de proximidad es un actor fundamental en las redes de comercialización locales. En este sentido, en Sakana se ha puesto en marcha el proyecto Dastatu Sakana, una alianza entre el pequeño comercio y hostelería y las personas productoras.
Recursos públicos para la transformación de alimentos: sala de despiece colectiva como proyecto integral
La creación y recuperación de infraestructuras públicas para la transformación de productos es estratégico en Sakana ya que, sin estos recursos, no es posible impulsar una producción local, su transformación, ni unos canales de venta estables y efectivos. Por tanto, es fundamental el mantenimiento del matadero comarcal y la creación de una sala de despiece colectiva que dé la posibilidad a ganaderos de la zona de ofrecer sus productos de forma directa, segura y justa.
Tecnología apropiada para decidir mejor
En situaciones como la actual es cuando se producen grandes cambios en los hábitos de las personas. El aumento de las compras online es una realidad, en pocas semanas se han acelerado ciertas dinámicas en este sentido. Curiosamente, las personas productoras que realizan venta directa hace tiempo que dominan las herramientas digitales como aplicaciones de chat, páginas web, etc. para atender sus pedidos. Así lo han demostrado con la creación de iniciativas a nivel de Euskal Herria como la de Baserriko Plaza. Sin embargo, será necesario mejorar esas capacidades y adquirir nuevas, no sólo en la venta online sino también en comunicación y marketing.
A medio-largo plazo, no hay certezas, pero asegurar un suministro alimentario y un sector productivo vivo exige que, desde lo local, se pongan las condiciones y las bases para ello.
Transformar la alimentación no es sólo modificar lo que comemos, también supone transformar el ordenamiento territorial, conservar los suelos de alto valor agronómico, dignificar el trabajo de las personas productoras, realizar una gestión consciente de los bienes comunales, hacer políticas locales y municipales para fortalecer y regenerar el sector agrícola e impulsar las redes locales de consumo. El retorno de invertir en un Sistema Alimentario Local se mide en fijación de flujo económico, en creación de puestos de trabajo estables, proyectos de vida viables en el sector primario y, cómo no, en salud pública (correlación directa entre alimentación y cáncer, diabetes, obesidad, cambio climático,…). Tal y como han concluido numerosos estudios e informes, preservar la biodiversidad supone también una vacuna natural ante pandemias y zoonosis. En definitiva, hablamos de aumentar la resiliencia ambiental, económica y social de nuestro territorio.